24 oct 2017

De riesgos y solidaridades

Uno de los textos que más me ha impactado últimamente por su capacidad de iluminar algunos aspectos sobre los que se suele pasar de puntillas, pero que son fundamentales para poder entender nuestra manera de situarnos en relación a la salud, es el de "Viejos y nuevos riesgos: en busca de otras protecciones", de Sandra Caponi. Pero cuando además se pone en diálogo con Raúl Zibechi y su propuesta de "La mirada horizontal", merece la pena pararse, escuchar y buscar cómo resituarse.

Y es que el tema de los riesgos, su utilización en el mundo sanitario y el cómo se han enfrentado a lo largo de la historia es un tema a revisar:

"En la sociedad industrial el riesgo se asocia con los accidentes de trabajo y con la pobreza y paralelamente se vincula con las ideas de protección social y seguridad. El reconocimiento de los riesgos llevó a que fueran creadas, estimuladas y organizadas nuevas formas de solidaridad popular tales como asociaciones de ayuda mutua, las cajas obreras, las cooperativas y mutuales, redefiniéndose los roles y las nuevas funciones del Estado. Así, la protección contra los riesgos implicó, en las sociedades modernas organizadas, la construcción de redes de solidaridad profesional integradas con un Estado capaz de garantizar la existencia de estrategias de protección contra fenómenos tales como los accidentes de trabajo, el desempleo, la enfermedad o la vejez. El Estado y las categorías socio-profesionales homogéneas son las bases sobre las que se han edificado los sistemas de protección colectiva.

(...)

Mientras los riesgos clásicos se refieren a contingencias de la vida cuyas consecuencias pueden ser "dominadas porque se socializan", tales como la vejez o el desempleo, los nuevos riesgos se refieren a una serie de amenazas difusas que se confunden con las debilidades y las dificultades propias de la condición humana. A lo mejor porque estos nuevos riesgos se asocian a catástrofes naturales o a conductas individuales (el número de compañeros sexuales), y por tanto parecen llevar la marca de lo incontrolable, y consecuentemente de la frustración y el fracaso.

(...)

Si los múltiples riesgos a los que estamos expuestos en la vida moderna no son mutualizables, si su control depende de cambios de comportamiento individuales, el traslado de esta lógica a los riesgos clásicos significará necesariamente un aumento de la desprotección y el aislamiento. Trasladar esa lógica a los accidentes de trabajo, a la vejez, a la enfermedad, a la violencia o al desempleo significa retirar las protecciones sociales y substituirlas por la lógica de la responsabilidad individual. Por esa razón "la ideología generalizada e indiferenciada del riesgo [la llamada "sociedad del riesgo"] se ofrece hoy como la referencia teórica privilegiada para enunciar la insuficiencia, el carácter obsoleto, de los dispositivos clásicos de protección".

(...)

La relación entre riesgo, accidente y pobreza estudiada por los higienistas del siglo XIX se ha subordinado a una nueva percepción sobre los riesgos, la de una amenaza difusa y permanente que nos condena inevitablemente al fracaso. La desaparición y el debilitamiento de las protecciones sociales clásicas dan testimonio de esa subordinación, que no por haber sido reiteradamente denunciada ha dejado de ser verdadera. El repliegue de las clásicas protecciones estatales contra la vejez o contra la violencia, y la inevitable consecuencia de que esas protecciones están en nuestras manos (como controlar el estrés o la taza de colesterol) genera monstruosidades."


Una perspectiva que nos permite resituar el concepto de riesgo y abordar los problemas que conlleva su enfoque actual mayoritario, ¿no? Pues actuemos en consecuencia, así debería ser... Y ahí es donde Zibechi muestra un camino que aunque es bastante evidente tras leer lo anterior, nos cuesta asumir desde nuestras tradiciones de lucha colectiva:

"Otro de los errores que parece necesario combatir es la obsesión por el estado. Este aspecto tiene dos vertientes. Por un lado, el estado sigue siendo un referente esencial para el movimiento popular, que sigue pretendiendo -como en el período del estado benefactor- que resuelva los problemas acuciantes de la gente. La mayor parte de las energías de los movimientos aparecen destinadas a exigir que el estado cumpla un papel que ya ni quiere ni puede cumplir. La mayoría de las luchas tienen como destinatario al aparato estatal, en sus diferentes ramas o poderes. 

Esto provoca tanto la subordinación de los movimientos a la lógica del poder estatal como dificulta que esos movimientos se concentren en la autoayuda en los niveles de base, única forma de recrear las redes de solidaridad entre los de abajo. 

(...)

Parece necesario, para trabajar por la emancipación social, abrir espacios propios fuera del alcance y de la lógica del mercado, donde construir poderes locales democráticos y autónomos. Espacios en los que sea posible ensayar nuevas formas de vida, como fueron los sindicatos, las organizaciones obreras y los barrios proletarios. Deberían ser una suerte de “laboratorios culturales” en los que hombres y mujeres sean capaces de tejer vínculos cara a cara, directos y sin intermediaciones. Espacios que sean lo suficientemente libres y abiertos como para permitir experimentar sin temor a los errores y fracasos, única forma de crear las condiciones para que se inviertan, o subviertan, los valores dominantes. Una larga práctica en espacios no contaminados, o escasamente contaminados, por la lógica dominante (incluso por el mercadeo político), puede dar pie a que se practiquen y reflexionen nuevas formas de vida, códigos propios, que vayan dando origen a una cultura política diferente, basada en la autonomía. 

(...)

Demasiado tiempo lleva el movimiento social mirando hacia afuera, hacia el estado, las instituciones, los poderes públicos o los llamados países socialistas. Mirar hacia afuera es lo que aprendimos, lo que la sociedad moderna exige; salir hacia afuera para construir otro mundo, una correlación de fuerzas más favorable. Nuestro propio mundo se ha evaporado -entre otras razones- por no prestarle la suficiente atención. Esta tendencia debe invertirse. 

(...)

Se trata de luchar, en cada lugar, por más democracia: en el barrio, en la fábrica, en el centro de estudio, en la familia. Sólo así podremos construir poderes democráticos en base a vínculos sociales solidarios y abrir espacios de sociabilidad popular. En esta lucha, debería ir tomando cuerpo una ética de la autonomía y de la diferencia, relaciones intersubjetivas que consideren a todos y todas sujetos iguales que colaboren y cooperen entre sí, rehuyendo la competencia que alienta el sistema."

Es importante revisar y calibrar nuestras brújulas... Y a mí esta pareja me ayuda a centrarla en torno a unas referencias que me parecen esenciales. A seguir caminando pues...

16 oct 2017

7 Razones por las que apoyar #LosCuidados

Llevamos ya algo más de 30 días en campaña de crowdfunding de #LosCuidados, y este tiempo de presentar el proyecto y dialogarlo ha sido, como siempre que se abre algo a compartir, muy rico e interesante, y me ha ayudado a entender mejor el porqué tiene sentido apoyar una aventura como esta. Así que ahora que estamos en la recta final de cara a conseguir el mínimo presupuesto para hacerlo posible, acá lanzo las 7 principales razones que encuentro para apoyar este proyecto, por si pueden animar a alguien indeciso en estos días finales.


1.- La salud no debe ser un negocio, pero se hacen muchos negocios (cada vez más), con la salud. Las industrias farmacológicas y tecnológicas nos avasallan con mensajes constantes vendiéndonos las bondades de sus productos, tergiversando el sentido de lo que es la salud. Para recuperar este sentido es necesario recuperar las narrativas a pie de barrio, una búsqueda en la que ha participado desde hace años el C.S. Vicente Soldevilla y de la que se hace eco este proyecto de #LosCuidados.

2.- Se acumulan desde hace tiempo los datos sobre la influencia de los Determinantes Sociales en la Salud. Pero este saber se puede conseguir también de una manera más directa, preguntando directamente a la población, como hicieron los profesionales del C.S. Vicente Soldevilla en los años 90, lo que les llevó a escuchar con claridad el mensaje de gran parte del vecindario de San Diego: "sin vivienda digna, no hay salud". Eso cambió para siempre la práctica de algunxs de estxs profesionales y sus vínculos con la comunidad. Y de esta historia podemos seguir aprendiendo muchxs otrxs.

3.- Esta práctica que se puso en marcha en torno al C.S. Vicente Soldevilla permite recuperar muchas claves de cómo establecer una colaboración fructífera entre un colectivo profesional y el vecindario para garantizar los derechos y la salud de todxs. Una oportunidad para entender mejor qué es la participación y como entrelazar luchas entre instituciones y ciudadanía, algo tan en la picota ahora mismo.

4.- Al mismo tiempo, los encuentros cotidianos que han ido entrelazando las vidas de esta gente se han entroncado en torno a una dimensión frecuentemente olvidada, invisibilizada o tergiversada: la de los cuidados. Por eso es necesario poder reconstruir esta historia común poniendo bajo los focos lo que ha sido su núcleo vital, esta búsqueda compartida en torno a cómo sostener y acariciar la vida.

5.- Cada vez se toma más conciencia, dentro de algunos colectivos profesionales y activistas, de la importancia de las dimensiones comunitarias de la salud y de la centralidad de los cuidados. Pero en otros ámbitos estos temas siguen siendo minoritarios, incluso marginales. Por eso creemos que es necesario apostar por contar, de manera atractiva y accesible para todo el mundo, las claves de esta historia, en un documental y un libro que sea bonito al mismo tiempo que cargado de significado. 

6.- Pero más allá, o más acá, de estas razones, la más importante para mí es que detrás de este proyecto y de esta experiencia hay nombres muy concretos y muy reales, de personas por las que merece la pena apostar porque ellas han apostado siempre por otrxs: Juan Luis, Mª José, Antonio, Jara, Mar, María, Edith, Luis, Jesús, Marta, Victoria, Diego... Y tantas otras, como tú, como yo, gente dispuesta a creer, a soñar y a hacer realidad esos sueños.

7.- La última... Que ahora que queda tan poco para poder hacerlo posible, cuando casi 200 personas se han dejado conquistar por esta propuesta, sería una pena que con lo poco que queda no lo lográramos, ¿verdad?

9 oct 2017

Enredando

Ahora que se viene hablando tanto de participación y el enfoque comunitario de la salud, ahora que hay tantas ganas de aprender y desarrollar prácticas en este sentido, un par de píldoras del libro "Sin Poder", de Javier Encina y Ainhoa Ezeiza, que me parece claves fundamentales:

"Para pasar de sujeto individual a sujeto colectivo, no se trata de trabajar con suma de individuos, ni siquiera con suma de colectivos, no es trabajar con asociaciones ni siquiera con colectivos estructurales (inmigración, mujer,…), no es que l@s técnic@s dejen opinar ni siquiera que escuchen, no es que todo lo que se diga en un grupo esté bien, ni mal, sino que se trata de trabajar enredando y enredándose entre los cultivos sociales y desempoderandose individualmente para construir colectivamente.

(...)

El estilo de la democracia radical puede ser el de la conmoción, que contrasta explícitamente con toda forma de promoción, la cual implica suponer que la gente está paralizada (hay que moverla) o que se mueve en dirección equivocada (moverla en la dirección verdadera, que el promotor posee). La conmoción y el contagio suponen moverse con el otro y hacerlo con todo el ser, no solo con la cabeza"