16 jun 2015

Tejiendo salud(os)

Hay que seguir la línea marcada por Miguel Ángel Mañez en su blog Salud con Cosas:

Ganchillo basado en la evidencia: la prescripción social


Algo falla... Ya casi hemos asumido como un mantra que la mayor parte de los determinantes de la salud son sociales o dependen de nuestro entorno, y que el sistema sanitario solo contribuye en un 20% a la salud de la población. Sin embargo, la mayor parte de nuestras intervenciones como organización y como profesionales son puramente sanitarias. Ojo, no dudamos de su utilidad y de qué funcionan en los momentos más agudos de una patología, pero hace falta algo más.

Revisando la prensa nos tropezamos con esta noticia de la BBC: "Why the NHS could soon prescribe home improvements and knitting". El texto resume las nuevas tendencias en materia de salud comunitaria, centradas en promover actividades sociales como el ganchillo, la pesca o los paseos colectivos, o las mejoras estructurales como los arreglos de la vivienda del paciente. Dado que en este último tema (vivienda), entran en juego diversos organismos la estrategia debe ser mixta para obtener planes del tipo Healthy Homes Programme que han lanzado en Liverpool. Pero, ¿y eso del ganchillo o la pesca?


9 jun 2015

Ninguna vacuna incuestionable

Ahora que el debate vacunal está en el candelero, no puedo evitar acordarme de lo que escribía en una entrada hace unos meses:

"Cuando nació mi primera hija, la vacuna del neumoco entraba dentro del calendario vacunal de la Comunidad de Madrid. Pero al nacer la segunda, los recortes habían dado al traste con la financiación pública de esta vacuna. Así que decidí informarme, para ver por qué este efecto Guadiana en una vacuna que poca gente cuestionaba, al menos en mi entorno, en contraposición a otras como el VPH. Y ahí es cuando descubro que el Ministerio nunca la ha indicado como vacuna recomendada de manera sistemática, sino que ha sido utilizada en algunas regiones, como esta la nuestra tan dado a ello, para asumir aires de excelencia.

De hecho, en el libro de Carlos Gonzalez "En defensa de las vacunas", en el que hace una revisión bastante exhaustiva de la evidencia existente respecto a las diferentes vacunas, encuentro lo siguiente:

"La vacuna del neumococo no está en el calendario vacunal general espa­ñol, salvo en algunas comunidades autónomas concretas. La Asociación Española de Pediatría (en contra de los criterios del Ministerio de Sanidad, que solo la recomienda para niños infectados por el VIH, inmunodeprimi- dos o con ausencia del bazo) recomienda vacunar a todos los niños meno­res de dos años, a los menores de tres años que van a la guardería y a los menores de cinco años con factores de riesgo (inmunodeficiencias). Es decir, que si se aplica la vacuna, se ha de aplicar pronto, a la edad recomendada (dos meses); aplicarla tarde no tiene sentido, porque ya ha pasado la edad de mayor riesgo de enfermedad neumocócica, y no se recomienda para ni­ños sanos mayores de tres años.

Guevara y colaboradores han analizado con detalle las consecuencias de la aplicación de la vacuna. Inevitablemente, al tiempo que disminuyen las infecciones por los serotipos en la vacuna, aumentan las infecciones por otros serotipos no incluidos. En aquellos países en que el porcentaje de in­fecciones por serotipos no incluidos en la vacuna era alto (como ocurre en Europa), esa substitución ha sido rápida, y la efectividad final de la vacuna escasa. Critican con elegancia, pero también con contundencia, a quienes están promoviendo la vacuna al margen de las recomendaciones oficiales: la vacunación «convendría que se realizase exclusivamente de forma coor­dinada y supervisada por las autoridades sanitarias».


Debería reservarse la vacuna para los niños de alto riesgo. El uso gene­ralizado hace que la vacuna sea menos efectiva para todos, y también para esos niños de alto riesgo.""


Lo que no conté en ese momento es que cuando tras la primera revisión con la pediatra empezamos a hablar del calendario vacunal, se me ocurrió preguntarle a ella, que por lo demás es una profesional que considero que desempeña su labor con buenas artes y oficio, sobre esta duda que tenía sobre la vacuna del neumococo, que ella mostraba como "obligatoria". Ante la pregunta la pediatra defendió a capa y espada la necesidad de poner esta vacuna. El problema es que yo le compartía mis dudas a partir de los datos anteriores, y como respuesta lo único que encontré fue un "como no se la pongas y luego termine con una meningitis, verás". Así, con un par... de amenazas sin razones que valgan.

Para mí ese es el gran problema que hay con este tema de las vacunas. Que no estamos preparados para el diálogo, para el cuestionamiento mutuo, sino para la imposición de verdades que, avaladas por sociedades cientificas de las que obviamos los otros intereses que las mueven, muchos profesionales no se atreven a cuestionar. Por eso en los textos que se comparten estos días aparecen términos como "obligatoriedad", "deber", "incuestionable"...

En realidad debería ser al contrario. No hay ninguna vacuna incuestionable. Todas merecen que revisemos la evidencia que sustenta su utilización, ser puestas en duda y confirmar que se sostienen pese a ésta. ¿No es eso en realidad la ciencia? Pero esto no sólo como un mero ejercicio de los profesionales o técnicos, sino como algo a reproducir con quien manifieste dudas e inquietudes respecto a ellas. Si no es así, si no somos capaces de dialogar, entender, compartir lo que sabemos, re-construir conocimiento con quién tenemos al lado, corremos el riesgo de encontrarnos de repente refugiados tras una blanca y utilizando el discurso del miedo y la amenaza como arma arrojadiza. Por pura impotencia, sin más.   



7 jun 2015

Haciendo(nos) preguntas

En el imprescindible blog de Médico Crítico señalan un aspecto esencial a través de su último artículo: "El activismo sanitario: el dilema técnico-participativo". Porque ahora que cada vez que se habla cada vez más de participación, pero también de manera más amplia y falta de precisión (ya que se llama participación a cosas que son muy diferentes: la mera encuesta, la ejecución coordinada de tareas, la aportación al diseño, ejecución y evaluación de proyectos, etc.) es importante incidir en los escollos y barreras que encontramos para ella, ya que éstos son los que mejor nos permiten entender los los límites que es necesario expandir para de verdad poder hablar de una construcción colectiva y "del común", que no deje a nadie fuera.

Como bien señala el artículo, existe una tensión entre el discurso técnico y el elaborado desde la ciudadanía a pie de calle que no podemos esconder si de verdad queremos avanzar en una línea común. Y es que en esta dialéctica volvemos a embarrarnos con las eternas desigualdades de poder marcadas entre "el que sabe" y "el que no sabe", el "profesional" y el "lego". Tema incómodo y molesto para quiénes no nos sentimos a gusto con estas disparidades, pero que no desaparece con la mera buena voluntad de invisibilizarlo.

Desde mi punto de vista, el principal problema que encontramos en muchas ocasiones es justamente el punto de arranque. ¿Queremos que la gente participe? ¿O queremos participar con la gente? ¿Quién define cuál es el campo de juego y cuáles son las preguntas que nos queremos hacer juntos, los retos a enfrentar, las luchas a sostener colectivamente? En muchas ocasiones, al menos en lo que yo he conocido, las propuestas de "participación" que nacen del campo sanitario ya vienen marcadas por las estrecheces o amplitudes de éste, con muchas preguntas en la mochila que hacen de premisas tramposas finalmente impuestas a quienes se suben a un carro que ya está en marcha apuntando en una dirección concreta, con lo que poco margen de maniobra queda para estos "cuerpos extraños" más que el sumar su buena voluntad y energía a la causa.

Sin embargo, hay muchas otras oportunidades de construir en común, sobre todo cuando se parte de una presencia cercana y cotidiana como es la de los profesionales de atención primaria ligados a largo plazo a un territorio concreto (algo por otra parte cada vez más difícil en esta sociedad tan precarizada y voluble). Desde esa proximidad es posible encontrar tiempos y espacios para compartir las preguntas que llevamos en la mochila con personas y colectivos diversos del barrio, así como escuchar las suyas, y participar en un diálogo estable que fermente las posibilidades de entender mejor cuáles son las prioridades en juego en el territorio vital de la zona y que nos empuje a construir puentes y redes para transformar las vidas de todos, nuestras vidas, en clave siempre de mayor dignidad, de mayor salud.

Hablarse de cerca, cara a cara; dejarnos cuestionar mutuamente; aportar y recibir desde lo que cada uno somos; esperar siempre a quiénes están más cansados mientras se van dando algunos pasos que nos ayudan a descubrir ese camino que solo se hace al andar... juntos.

1 jun 2015

Vamos

Acababa de fallecer su marido hacía pocos días, y me pidió que la acompañara a la cita con su trabajadora social. Al dolor por la pérdida se unía la angustia por no saber cómo poder salir adelante, ya que todos los ingresos que tenía hasta ese momento provenían de la pensión no contributiva de su pareja y de la ayuda que ella cobraba al estar reconocido él como dependiente. Necesitaba una respuesta, una ayuda, un horizonte con un mínimo de seguridad para poder seguir adelante, más sabiendo que a su cargo hay varios niños pequeños.

La acogida de la trabajadora social fue cálida y amable. Enseguida le dijo que no tenía porqué haber venido, que lo hubiera retrasado un par de semanas y así se recuperaba, tenía un poco de tranquilidad, etc. Pero, ¿qué tranquilidad y descanso se puede tener cuando no sabes cómo hacer para hacer frente a ninguna factura, cuando no tienes ni para hacer una comida decente al día? ¿Cómo cruzarse de brazos cuando te sientes en un agujero sin salida al que nadie va a acudir a rescatarte si no pides auxilio bien fuerte para hacerte notar?

Ella intentaba explicarle a la trabajadora social que necesitaba una ayuda, un apoyo que le diera cierta certidumbre de que salir adelante iba a ser posible. Eso es lo que a ella le permitiría reposar un poco tanto dolor. Pero sus palabra parecían caer en saco roto. A cambio, escuchaba: "Lo que tienes que hacer es ir al médico, que te mande una pastilla para estar más tranquila y mejor...".

Para eso parece que queda nuestro sistema sanitario: "Una pastilla y te sentirás mejor". Sin espacio ni tiempo para otra cosa, sin poder dejarse acompañar de manera colectiva, ni asumir los elementos inevitables de la vida (como por ejemplo el fallecimiento de gente cercana). De esta manera el sanitario de turno se convierte en domesticador de frustraciones ciudadanas, para que la cosa no vaya a más, para que el sufrimiento y la angustia no estallen rabiosamente.

Qué absurda cortedad de miras. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que si de verdad queremos trabajar por la salud, por mejorar la vida de la gente, necesitamos escapar del rol en el que nos encierra esta visión tan limitada de la atención sanitaria?

Por suerte, cada vez hay más gentes que quieren atreverse a jugar, a inventar otras maneras de estar con la gente, de formar parte de redes de cuidado y empoderamiento mutuo. No hay más que mirar y dejarse contagiar por los ritmos del grupo que anima La Cabecera, con energía e ideas para revolucionar un poco el panorama a este nivel.

LA SUERTE DE LA PRIMARIA from Producciones Pelvis on Vimeo.