25 ene 2015

Desenfocados

En los últimos tiempos he dejado de tener tanto contacto con personal sanitario, y ha sido más con profesionales de los servicios sociales con los que he estado en relación. Pero parece que en todas partes cuecen habas y el "profesionalismo" termina encerrando el sentido común y constituyéndose en una barrera que impide la escucha real y el encuentro con las personas a las que se supone que se atiende, ayuda o como lo queramos llamar.

Hace ya unos cuantos años me llamó la atención como Ramón me comentaba su impotencia cada vez que acompañaba a su mujer al médico y éste le decía a ella que debía ponerse a régimen por su problema de diabetes. El problema, sangrante problema, es que en esos momentos lo que comían no lo decidían ell@s, sino sus vecinos, ya que era del cubo de la basura de donde sacaban lo que les servía para llenar sus platos. Difícil seguir así las pautas médicas, la verdad.

Pues historias así son constantes. Según el perfil del profesional la cosa va adquiriendo diferentes colores, pero lo que es común es la primacía de protocolos y normativas a seguir a rajatabla, con un profesional encerrado entre tantas pautas que no es capaz de asomarse a la realidad concreta de quien tiene enfrente.

Así, he sido testigo del desencuentro entre la insistencia de profesionales de Servicios Sociales para que quienes acuden a sus oficinas vayan regularmente a sus bolsas de empleo o cursillos ofertados, sin darse cuenta de que eso para algun@s era un impedimento para que se pudieran buscar la vida de manera más libre y orientada en función de sus capacidades; o la insensibilidad de algun@s directores de servicio que rotan a sus profesionales en diferentes puestos para evitar que se quemen quienes están en contacto con las realidades más difíciles, sin darse cuenta del esfuerzo y la vergüenza que genera el tener que contar a profesionales siempre cambiantes intimidades de la propia vida para conseguir una ayuda.

Pero quizás en el campo donde he encontrado situaciones más absurdamente desencontradas ha sido en relación al tema de la vivienda. Hay municipios que se enorgullecen diciendo que en ellos "nadie duerme en la calle si no quiere". Cualquiera pensaría que tienen una política de vivienda pública adecuada y sensata. Pero no. Las ayudas que tienen consisten en pagar una pensión durante unos días a las familias desahuciadas, o si éstas encuentran un piso en alquiler pagar la fianza y uno o dos meses de alquiler. ¿Y luego qué? Se supone que si en dos meses la familia no ha encontrado medios para asumir este gasto, ya es responsabilidad suya. Y si rechaza esta ayuda por no encontrarla viable queda escrito con letras bien claras: "Rechaza la ayuda", para que se sepa que tipo de gente es. Igual que el que no encuentra trabajo, debe ser solo culpa suya, si utilizara bien las bolsas de empleo... Esta cortedad de miras, que busca tan sólo justificar la propia actividad diciendo que "hacemos lo que podemos" termina señalando al otro, al que está en situación más vulnerable, como culpable de su situación. Como el médico que señala al fumador como culpable sin analizar nuestra responsabilidad colectiva como sociedad a respecto.

En algunos momentos las situaciones que provocan esta visión tan limitada de la realidad llegan a ser absurdas, como cuando a una mujer con hijos le proponen dos alternativas: o ayuda para pagar una habitación en la que meterse tod@s junt@s en un piso compartido o, si prefiere un piso, que busque uno de dos habitaciones (inaccesible por el precio que se propone pagar) porque no ven "saludable" que madre e hijos compartan, en este caso, habitación. ¿Por qué entonces no reconocen el sin sentido de la primera propuesta? Yo cada vez entiendo menos...

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