18 abr 2012

El copago (o mejor, repago) de los pobres

Ya hace tiempo que no paso consulta, así que admito que puedo ir quedando desfasado y lejano a la realidad de la misma. Así, yo creía que la prescripción por principio activo era ya un hecho del que no se podía escapar, por mucho que todavía queden en muchos profesionales resquemores hacia los genéricos y añoranzas a las marcas “de fantasía”. Sin embargo, acompañando hoy a una persona con muy limitados recursos económicos, me he llevado la sorpresa de ver como salía de la consulta con tres recetas “de fantasía”, aunque se trataba de medicamentos que es posible encontrar en las farmacias bajo su formulación genérica. 

La verdad es que me da rabia seguir constatando cómo l@s médic@s seguimos siendo presa de las farmacéuticas. Seguimos guardando en la memoria viejas (y manipuladas) historias sobre las incapacidades de los genéricos y la bondades de “las marcas”, así como de los diferentes presentes recibidos, como comidas, inscripciones en congresos, o incluso cosas más sencillas como los cientos de objetos de papelería que se agolpan en las mesas de las consultas.  

Pero más allá de eso, me duele seguir constatando la insensibilidad y el desconocimiento sobre lo que viven las personas en situación de pobreza. Porque cuando el dinero escasea tanto que comer cada día se convierte en un reto (y eso le pasa a más gente de la creemos en nuestro país), pagar uno o dos euros más por el mismo medicamento no es una minucia. Desde el otro lado de la mesa podemos creer que es “casi” lo mismo, que la diferencia es poca, pero ¿qué sabemos nosotr@s sobre las dificultades para salir adelante cuando se vive en la pobreza?  

Porque además, en nuestro sistema apunta hacia la universalidad, a las personas reconocidas como “sin recursos económicos” se las aplica el mismo porcentaje de pago de los medicamentos que a las que reciben un sueldo (salvo que sean pensionistas, claro está). Pero de nuevo este porcentaje no supone lo mismo para quién cobra  2000 euros o más que para una familia en la que  el único ingreso es una Renta Mínima de Inserción de 532 euros.

Si a esto le unimos el gradiente social de muchas enfermedades, entre ellas algunas crónicas, que por ejemplo hace que el riesgo de padecer diabetes sea mayor entre las personas de un menor nivel socio-económico, tenemos un panorama según el cual viviendo en la pobreza es más posible enfermar y necesitar más medicamentos, y habrá que dedicar un porcentaje mayor de los ingresos que se tengan al pago de las medicinas necesarias.  

De esta manera, en vez de intentar revertir la desigualdad existente a la hora de enfermar y las consecuencias que esto tiene, agudizamos las dificultades a superar por parte de quienes terminan recibiendo siempre más golpes a todos los niveles: económico, social, sanitario…  

Y encima la cosa parece que puede ir a peor en un futuro cercano…

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