31 oct 2010

Encerrar la vida...

La medicina se empeña en medir, en controlar, en vigilar, en prescribir...

La salud se encuentra al ampliar, al liberar, al  contemplar, al compartir...

La medicina se esfuerza en detectar, en limpiar, en prevenir, en tratar...

La salud se disfruta al aprender, al mezclar, al promocionar, al acompañar...

La medicina intenta identificar, aislar, proteger, predecir...

La salud se deja complementar, relacionar, exponer, transformar...

La medicina persigue alejar la enfermedad y la muerte...

La salud se abre a la creatividad, a la vida...



Siempre cerca, siempre distantes, pisándose el terreno y permitiéndose existir mutuamente...
Una compleja historia de encuentros y desencuentros, la suya...


Desigualdades y (Pro)vocación... La comunicación

Uno de los grandes problemas que se dan al estar frente a una persona con diferente nivel cultural, o con alguien que viene de otro país y no domina bien el castellano, es hacerse entender. Es algo mutuo, cuesta comprender lo que la otra persona plantea y, cuando ya nos hemos hecho una idea, nos esforzamos en tratar de comunicar nuestro consejo con la sensación de que algo (o mucho) se está perdiendo en el vacío.

Y esta es una dificultad que vemos venir desde los primeros momentos de la consulta, lo que enseguida genera tensión y hace aflorar las prisas por tratar de encontrar algo a lo que agarrarse, a lo que poder dar una respuesta lo más clara posible, con la esperanza de cumplir así con nuestro cometido.

No nos damos cuenta (o a lo mejor sí, y por eso nos quedamos al final con esa sensación tan peculiar de no saber muy bien lo que ha pasado) de que de esta manera cerramos las puertas a un diálogo real, tan necesario para entender como para ser entendido. Cerrando la comunicación a las primeras de cambio, con algunos elementos pillados al vuelo, lo único que conseguimos es generar la desconfianza que nace del no sentirse escuchado.

Y posiblemente sea esta una de las mayores necesidades de aquellos que viven en situación de pobreza y/o exclusión. Ser escuchadas, o mejor aún, sentirse escuchadas, descubrir que su palabra es importante, que es tomada en cuenta por otro/a y que a partir de ahí es posible avanzar hacia un mejor cuidado de su salud, por complicado que ésto resulte.

En una investigación que realizamos hace unos meses sobre la atención sanitaria a pacientes con infección por VIH en situación de exclusión social, al hablar sobre las características del buen profesional la mayoría resaltaban la importancia de la comunicación.

“Hay veces que ellos no pueden hacer nada. Es así y ya está. (…)¿Qué me van a dar? ¿Nolotil? ¿Un calmante? Eso ya me lo tomo yo, pero por lo menos que me escuchen, que sepan que me duele esto, que todas las mañanas me levanto así.”

“Te dejan expresarte, abrirte con ellos... (…)  te mandan un medicamento y te llaman por el móvil, cómo te encuentras y cómo estás?, y si la medicación que te han puesto te ha ido bien... O sea, es que profundizan, se preocupan por su paciente, médicos que merecen la pena estar con ellos y contar todos tus problemas.”

Escuchar y acoger lo que la persona que tienes enfrente necesita compartir, liberándote de la responsabilidad de una respuesta rápida. Lo primero es generar la confianza que permita que la otra persona se abra en la medida que quiera, pueda y necesite, y a partir de ahí que pueda expresarse con sus propias palabras, a su manera... Luego vendrá la labor de integración del mensaje recibido, de compartir dudas, incomprensiones... Si de ahí brota una respuesta, una propuesta de actuación para mejorar su situación, fenómeno. Pero si esto no se da, si el encuentro termina sin la posibilidad de aportar más que la escucha y la comprensión, fenómeno también. Lo más importante se habrá conseguido: generar un espacio de verdadero diálogo. Y eso, para aquellas personas que nunca son tomadas en cuenta, que siempre se sienten a disposición de otros que se creen más capaces, ya es algo sanador por si mismo. 

A larga, la confianza generada a través de esta relación, terminará dando muchos frutos. 

Y es que no se puede ir con prisas para intervenir en situaciones vitales tan complicadas y que están enraizadas en procesos muy largos, en toda una vida llena de dificultades y desencuentros. Pero eso será mejor hablarlo más tranquilamente en otro post. 


22 oct 2010

¡Cuidado con l@s visitador@s!

En diversos lugares se hacen eco hoy del estudio aparecido en PLoS Medicine sobre la relación entre la información dada por las farmacéuticas a los profesionales y la prescripción de medicamentos (resumen en español) por parte de los mismos. Es interesante constatar consecuencias tan lógicas como que la información ofrecida por las farmacéuticas aumenta tanto la cantidad como el coste de la prescripción, pero resulta muy significativo que además aparezcan datos que hablen de una prescripción de menor calidad. No sólo es que se gaste más, es que se aleja al profesional de la buena práctica. Por eso los autores del estudio concluyen que lo mejor que se puede hacer es mantenerse a distancia de estas informaciones.

Y así se podrán evitar intoxicaciones varias, como la de los genéricos sin ir más lejos.

19 oct 2010

Prevención con cabeza

 Hoy que cada Dia Mundial relacionado con la salud sirve de pretexto para un bombardeo mediático que publicita más que informa, merece la pena leer el siguiente post aparecido en el blog de Saludyotrascosasdecomer.

Hoy que se celebra el Día Internacional contra el Cáncer de Mama urge más que nunca contrarrestar estas noticias
  • El Sagrado Corazón hará mamografías gratuitas el próximo 19 de octubre. ABC.
  • Un 17% de españolas no acude a las revisiones con mamografía. El Mundo.
  • Sólo el 3% de las mujeres españolas practican la autoexploración mamaria adecuadamente. Qué.
  • La mamografía sigue salvando vidas. El nuevo Herald.
  • Con más recursos, la edad de inicio de esta prueba debería ser a los 40 años y seguir hasta los 80. La Voz de Galicia.
con estas otras que nunca saldrán como titular en los medios de comunicación:Feliz día contra el cáncer de mama. Efectivamente, es para tomárselo a pecho, pero a pecho descubierto

10 oct 2010

Desigualdades y (Pro)vocación... El conocimiento

Para llegar a sentarse en una consulta con el fonendo a cuestas hay que formarse durante muchos años en la universidad. El problema es que esta formación se basa demasiado en los libros y ofrece un refugio en la teoría que éstos brindan que termina dificultando el salto a la consulta real y concreta. Eso hace que ya con el título de licenciad@ en la mano sea necesario un tiempo también largo de formación más concreta y cercana a la realidad de la especialidad que cada un@ elija.

Esto no dejar de ser un reconocimiento de las carencias de la formación universitaria. En 6 años en la universidad debería dar tiempo a poder avanzar más en la formación de los futuros profesionales. Sin embargo, este paso por la institución universitaria durante un periodo tan largo, aunque flaquea en este sentido, no lo hace en otro quizás más importante en cuanto al estatus médico en la sociedad: avala al licenciado como alguien que ha realizado un gran esfuerzo por obtener el máximo de conocimientos posibles en su campo, distanciándolo así del resto de población sin formación sanitaria. Luego ya se corregirán los pequeños desajustes formativos a nivel práctico, pero por de pronto se refrenda su capacidad en cuanto a los conocimientos teóricos y se le otorga el lugar social que le corresponde.

Esto marca, tanto al profesional, que después de tantos años de formación puede tener dificultades para aceptar otras visiones diferentes de la recibida en la universidad, como a la propia concepción social sobre quién sabe y quién no sabe. Sabe el que estudia, y el que no es un ignorante.

Sin embargo, al acercarnos a personas que viven en situación de exclusión social, descubrimos que ignoramos mucho de su mundo, de su realidad. Y frente a esto surge el resorte de volverse de nuevo hacia la institución universitaria para que nos ilumine con sus conocimientos, volcados en libros, estudios, investigaciones...

Porque tras tanto tiempo de (de)formación, cuesta trabajo reconocer los diferentes tipos de conocimiento que cada un@ puede aportar. Desde la universidad y l@s formad@s en ella se puede ofrecer una gran riqueza  de conocimiento, pero éste tiene sus límites.

En el campo de la exclusión social, la pobreza, la inmigración... es necesario aprender a reconocer y dar el valor que tiene al conocimiento de aquell@s que viven esa realidad en primera persona. Un conocimiento anclado en su propia experiencia, en la herencia recibida de sus antepasad@s, en su propia cultura, en su propia manera de ver y entender la vida, en la reflexión que son capaces de elaborar a partir de todo ésto... Y este conocimiento avanza si se pone en diálogo con otr@s que viven situaciones semejantes y también con l@s que vienen de otros espacios sociales muy diferentes.

Por supuesto que este conocimiento que surge de la vida tiene también sus límites. Pero no están tan cerrados como solemos reconocer. Lo que pasa es que crear las condiciones que permitan dialogar estos diferentes tipos de conocimiento que provienen de fuentes tan diferentes no es fácil.

Pero tampoco imposible. Habrá que esforzarse por hibridar, por mezclar, por dialogar entre l@s diferentes para de verdad poder avanzar junt@s...

Para profundizar en los diferentes tipos de conocimientos, merece la pena leer los siguientes textos de Joseph Wresinski.

9 oct 2010

De placebos, caderas y rodillas

El British Medical Journal publica un metanálisis sobre la efectividad de el uso del condroitin sulfato y la glucosamina en relación a la artrosis de cadera y de rodilla. La noticia es que no descubre nada nuevo, sino que vuelve a reincidir en la falta de efectividad de estas sustancias en cuanto a la progresión del dolor.

Pero en el artículo explican también que muchas de las personas que toman alguna de estos dos fármacos muestran una gran confianza en su acción. Ahí puede estar un indicio del verdadero papel que juegan medicamentos de este tipo en la farmacoterapéutica actual: el efecto placebo.

La cuestión es que much@s utilizan este término simplemente para descalificar y negar sin más la utilidad de una sustancia o procedimiento. Y sin embargo, este papel es fundamental, sobre todo en enfermedades crónicas, invalidantes, que generan angustia y que enfrentan a la persona a la duda de si la medicina tiene una solución realmente efectiva para su proceso.

Esta claro que es importante no engañar a la gente, mostrando que el conocimiento médico tiene unos límites claros que hacen que gran parte de los problemas de salud y las diferentes enfermedades se escapen de sus manos.

Pero al mismo tiempo no se puede dejar a nadie desnudo frente a la intemperie del dolor y la angustia refugiándonos en el cientificismo y la evidencia. En esas circunstancias es necesario ofrecer lo que el placebo proporciona: confianza y esperanza en que algo se puede hacer, en que es posible seguir adelante. Eso sí, sin hacerlo a través de engaños ni montando negocios vendiendo supuestas medicinas de las que constantemente se demuestra su poca o nula efectividad.

En realidad el mejor placebo en estos casos es una buena relación médico-paciente que permita a la persona seguir mirando hacia adelante buscando nuevas maneras de avanzar, de cuidarse, de cuidar a otr@s. En definitiva, de vivir, sin esconderse del sufrimiento pero sin quedarse atrapado sin más en él.

P.D. Todo esto lo digo con conocimiento de causa, después de haber estado tres meses con el condroitín sulfato para ver si mejoraba mi cadera, amenazante tras una radiografía y cada vez más molesta. Tanta medicina basada en la evidencia, y cuando  me tocó a mí, me abracé corriendo a ese placebo que por lo menos me hacía sentir que algo hacía por no empeorar... Cuando lo que me ha hecho olvidarme de la molestia ha terminado siendo el nacimiento de mi hija, ¡qué mejor medicina!

3 oct 2010

Desigualdades y (Pro)vocación... La ignorancia

Continuando con el tema de las desigualdades en salud, un tema fundamental alrededor del cual se organizan muchos de los problemas y desencuentros con personas que viven en situación de exclusión social es el de las relaciones de poder.

Si ya de por si la relación médico-paciente se construye en torno a varios desequilibrios en este sentido (el enfermo y el sanador, el que ignora y el que posee el conocimiento, el que obedece y el que receta, y así se podría hacer una larga lista) que algun@s profesionales con buen tino consiguen revertir al menos en parte, la balanza del poder cae drásticamente de un lado cuando el que acude a la consulta es una persona sin estudios formales, en situación de dificultad social o proviene de otra cultura "no tan avanzada" como la del que le atiende.

En estos casos se refuerza el papel "educador" del sanitario. Parece evidente que frente a la ignorancia o el desastre vital del que se es testigo surge la necesidad de ofrecer instrucciones, normas a seguir, consejos sobre cómo se tienen que hacer las cosas. Es tan clara la incapacidad del otro para hacerse cargo de su situación que parece que tan sólo interviniendo desde fuera es posible encontrar una salida.

Sin embargo, este tipo de actuaciones suelen fracasar una y otra vez, lo que se termina achacando a la incapacidad de la persona para salir adelante.

La ignorancia e incapacidad del otro es evidente, casi su culpa en lo que está viviendo, podría decirse. Cuesta más caer en la cuenta de la ignorancia propia, del desconocimiento que se tiene sobre lo que esta persona en situación tan vulnerable vive y siente, su proceso previo, sus capacidades, sus aspiraciones.

A una mujer que vivía en pleno conflicto social y familiar, su médico de cabecera le dio un recetario de comidas para controlar el azúcar. Ella comentaba "¿Cómo voy a hacer yo esto si comemos cada día con lo que mi marido encuentra rebuscando en la basura?".


La distancia entre lo que vive el sanitario y lo que viven las personas en situación de pobreza y/o migración y/o exclusión es tal que la comprensión mutua no puede surgir espontáneamente. Menos aún partiendo de recetas o indicaciones prefabricadas para "gente normal".

En estas situaciones, nuestras ganas de solucionar y dar indicaciones no hacen más que estorbarnos para el paso previo y fundamental: acoger y escuchar, con los oídos, con los ojos, con el tiempo de acompañamiento... todo eso que nos permitirá empezar a descubrir la palabra y la acción de los verdader@s expertos en su propia realidad: l@s que la viven en primera persona.

Y a partir de ahí podemos empezar a conversar...

Todo lo demás no deja de ser una demostración de poder y saber en el vacío.